Lo primero que me identifica es que soy hijo de Dios, es el primer regalo ¡Ser bautizado el 22 de Junio de 1991 con apenas dos meses!
El segundo regalo que me ha hecho Dios es mi familia, mi padre y mi madre y mis dos hermanas. Mi vida ha girado en torno a un pueblo Madrid, Torrelodones. Allí he tenido más dones de Dios: el Colegio parroquial San Ignacio de Loyola, amigos y la parroquia.
A los 7 años empecé a ser monaguillo con mis primos; allí comenzó lo que será una historia sorprendente, empecé a tener una relación con Jesús muy especial. A los 9 años, en un campamento le dije por primera vez a un sacerdote que quería ser cura, le pregunté qué tenía que hacer, y él contestó: sigue caminando junto a Jesús, sé su amigo, Él nunca te va a fallar… Y así ha sido: ¡Él nunca falla!
Esa llamada que Dios me hacía, con el tiempo pareció quedarse en el olvido; otras cosas la ocultaban, sobretodo mis amistades y mis propios planes. Pero Dios no se cansa de llamar, no se cansa de poner los medios para que seamos verdaderamente felices. Él ha puesto los medios: mi familia, la Iglesia testimoniada por tantos sacerdotes, seminaristas y religiosas… Personas concretas que me transmitieron lo feliz que uno puede ser entregando su vida al Señor y a la Iglesia, pero yo no quería reconocer lo que Dios quería para mí.
En lo cotidiano fui reconociendo lo que Dios quería para mí, fui conociendo el amor de Dios, fui percibiendo que Dios tenía para mí un plan, que yo era necesario para Él. Un momento de gran importancia en mi vida fue el 20 de Julio de 2008: la JMJ de Sídney, en la Misa de clausura en que el Papa Benedicto XVI dijo algo que hizo moverme por dentro: “en Cristo se cumplen todas las promesas de salvación verdadera para la humanidad. Él tiene para cada uno de vosotros un proyecto de amor en el que se encuentra el sentido y la plenitud de la vida, y espera de todos vosotros que hagáis fructificar los dones que os ha dado, siendo sus testigos de palabra y con el propio ejemplo. No lo defraudéis.” Yo llevaba tiempo preguntándome por el sentido y la plenitud de mi vida, y en aquél momento se pasó por mi mente aquella conversación que había tenido con 9 años en el campamento, pero tenía miedo a defraudarle. Lo llevé guardado dentro de mí por miedo, hasta el día 27 de Febrero de 2009. Aquel día salía de mi aquella respuesta de Samuel a Dios: “Aquí estoy Señor porque me has llamado”. Había encontrado una certeza: el Señor quería que fuese sacerdote, que me entregara por completo a Él y a la Iglesia, que fuera el instrumento para que tantas y tantas personas pudieran llegar a Él, para que Él se manifestara a través de mi a todos los hombres.
A partir de ahí la aventura comenzó a ser cada vez más apasionante: vivir un año en el Seminario Menor mientras preparaba la selectividad; el Seminario Mayor, el lugar donde poco a poco Dios ha ido modelando mi corazón, donde Dios me ha ayudado por medio de la Iglesia a madurar, a construir esa gran historia de salvación que es mi vida.
Han sido también de gran ayuda las comunidades parroquiales por las que he sido enviado, Nuestra Señora de la Misericordia, las Misioneras de la Caridad, Nuestra Señora del Buen Suceso, en ellas he aprendido también mucho, solo puedo agradecer a Dios por lo que me ha regalado y por las amistades que en cada uno de los lugares han surgido y que me han enseñado a servir al Señor con alegría.